dissabte, 9 d’abril del 2011

AUTORES DEL POSTIMPRESIONISMO


Cuando se revisa la trayectoria artística de Paul Cézanne (1839-1906) se llega en poco tiempo a una conclusión básica: sin su obra no podría entenderse el arte contemporáneo. Y esta afirmación tiene un punto de curiosidad: Cézanne abandonó sus estudios de derecho para dedicarse a la pintura, pero pasó la mayor parte de su vida sin que nadie reparase en su labor. Vivió mucho tiempo en el sur de Francia y no fue hasta 1895 cuando se organizó una primera exposición importante de sus trabajos. A partir de ahí la crítica comenzaría a reconocer su aportación al arte pictórico, de manera que una nueva exposición en 1904 lo consagraría definitivamente como genio de la pintura y padre de las vanguardias que iban a caracterizar el siglo XX.
Cézanne atravesó un primer periodo impresionista, tras el cual, retirado en Aix-en-Provence, y asegurado su futuro por haber recibido una herencia, se concentra en la actividad pictórica, en la que da signos de enorme madurez. Aunque mantuvo algunas características propias de los impresionistas, como el interés por los paisajes y la pintura plenairista, se concentra en la simplificación de los volúmenes y en la yuxtaposición de los colores, asociando forma a color. Tiene cerca de casa una montaña, la de Sainte-Victoire, y la pinta compulsivamente más de setenta veces, en un afán de convertir a la naturaleza y a la vida misma en algo geometrizable. Para entonces su obra empieza a ser conocida y jóvenes pintores reivindicarían su estilo de pintar. Y fue así como el viejo artista que había vivido casi en el anonimato terminó sus días consagrado como genio de la pintura y como padre de los constructivistas, los cubistas, los fauvistas y otros movimientos.

Hoy nadie duda de su genialidad, pero cuando murió, Vicent Van Gogh (1853-1890) era casi un perfecto desconocido en el mundo de la pintura. Un hombre que había cambiado frecuentemente de ocupación: misionero entre mineros, comerciante, profesor, ayudante de un pastor protestante, librero y... pintor a duras penas, sobre todo desde 1880, cuando decide definitivamente dedicarse a la pintura.

En esos diez años que transcurren hasta su muerte Van Gogh pintó compulsivamente: casi 900 cuadros y más de 1000 dibujos. En medio de ello, la grave enfermedad psicológica que padecía se iba agravando progresivamente mientras su sostén corría a cargo de su hermano Theo.
Tras una estancia en París, el artista se trasladó al sur de Francia en 1888, buscando una paz y un sosiego que jamás alcanzaría. Pasó sus últimos meses en un sanatorio y, poco después de abandonarlo, en julio de 1890 decidió acabar con su vida, suicidándose de un disparo. Él mismo había escrito dos años antes que "quizás la muerte no es el asunto más grave en la vida de un pintor."
Incluido dentro de ese periodo que denominamos postimpresionismo, el estilo de Van Gogh es inclasificable en movimiento alguno por su elevada originalidad, apreciable sobre todo en la forma de emplear los colores y en el tipo de pincelada, inconfundible, al que suele recurrir. Su obra es un precedente directo para movimientos artísticos de la importancia del expresionismo, el simbolismo o el propio fauvismo.

Paul Gauguin.
Gauguin es el ejemplo que representa el mito del bohemio y del primitivismo. Él encarna la necesidad de unir arte y vida. Esta es una utopía presente en la vanguardia.
Su pintura tiene un gran componente ético. Gauguin rechaza la cultura de Occidente y abandona la civilización en pro de los pueblos primitivos. Rechaza lo académico, valora la máscara africana, el arte románico y todas aquellas tendencias que estaban fuera de lo habitual. Valora este tipo de arte no por lo que tiene de curioso y diferente, sino por su autenticidad. Ante todo busca el encontrarse a sí mismo, al refugiarse en mundos diferentes encuentra la paz. En cambio; otros han dicho que sólo viajó a Tahití en busca de mujeres mulatas y sexo.
     En su primera etapa profesional, era agente de bolsa, desde 1874 empezó a compaginar su trabajo con el arte. En 1883 abandona definitivamente su carrera para dedicarse por completo al arte, abandonó a su familia y se refugió en la pintura.
Primero se movió en el Impresionismo, pero pronto evidenció un marcado antinaturalismo más sensible al poder evocador de los objetos y su carga emocional. Su pintura es casi un misticismo, ya que intenta desentrañar el sentido verdadero de la realidad. Es un pintor de contenidos, de enigmas del ser humano; él siempre se preguntó ¿Quiénes somos?, ¿Dónde vamos?.
Cuando se instala en Taití se familiarizaría con los indígenas e incluso tomó como compañera a una de ellas, se habituó a sus costumbres y se esforzó por comprender su religión.
En el plano artístico, se basó en los elementos del folclore de la isla, observando las cosas que veía e intentando ir más allá de ellas. Su paleta se enriqueció con colores puros y cálidos creando un vocabulario personal y un estilo lleno de simbolismo, cobrando gran fuerza expresiva. La luz pierde importancia a favor de la exaltación del color, principio en que se basa años después el fauvismo. La fascinación de sus cuadros radica en las amplias zonas de colores y en sus figuras grandes, contorneadas de manera nítida. Renuncia a la perspectiva, suprime el modelado y las sombras y la sensación de plano es igual que en las pinturas japonesas.

 En La visión después del sermón (1888), el trazo de los objetos y los personajes los aísla entre sí. Utiliza colores vivos, nada realistas, simplifica los volúmenes y suprime las sombras y las gradaciones de color para crear una atmósfera ilusoria, donde a un grupo de mujeres, tras escuchar el sermón, se les aparecen Jacop y el ángel.
El Cristo amarillo, se inspira en los artistas medievales y en la estampa japonesa. Presenta un tema religioso con un grafismo extremadamente simplificado, enmascarando las formas en contornos oscuros.
En ambas escenas observamos el simbolismo fruto de las relaciones que entabló con poetas simbolistas, que tiende a otorgar a la obra un significado intelectual.
Gauguin sin dinero, después de vender su colección de pinturas impresionistas y cada vez más forzado por la necesidad de ganarse la vida ya que apenas vende sus obras, decide en 1891 irse a Tahití. Gauguin decía: "sólo quiero crear un arte sencillo. Para ello necesito empaparme de una naturaleza virgen,
Mujeres de Tahití; Dos mujeres tahitianas; ¿Cuándo te casas?; Nave, nave, ahora, son algunas de las obras donde capta la belleza de los paisajes y de las bellas muchachas.
Su obra maestra es la inmensa alegoría ¿De dónde venimos, qué somos, dónde vamos? Pintada inmediatamente antes de su intento de suicidio.
En Y el oro de sus cuerpos plasma un sentimiento trágico. Fascina la fuerza expresiva del color que influirá no sólo en el fauvismo y en Matisse, sino en el Expresionismo.
La obra de Gauguin abre nuevos horizontes estéticos en las generaciones posteriores, ejerciendo una poderosa influencia en el movimiento expresionista y fauvista.


Impresionismo: autores y obras

El Impresionismo es un movimiento pictórico surgido en París, Francia, a mediados del siglo XIX. Pero no fue hasta 1874 que el Impresionismo floreció.
Un 15 de abril de ese año, un grupo de pintores quiso desafiar la exposición del Salón Oficial de París realizando una muestra paralela en los salones del fotógrafo Nadar. En total participaron treinta y nueve pintores con más de ciento sesenta y cinco obras. Se presentaron bajo el nombre de "Sociedad Anónima de pintores, escultores y grabadores". Entre ellos había artistas como Édouard Manet, Pierre-Auguste Renoir, Edgar Degas, Camille Pissarro, Alfred Sisley, y Claude Monet, entre otros. Curiosamente fue una obra de este último, el célebre pintor francés Monet, titulada “Impresión: sol naciente” pintada en 1872 la que bautizó esta corriente artística como Impresionismo.

El Impresionismo rompía con las leyes del academicismo, suprimiendo la perspectiva tradicional, la anatomía clásica y el claroscuro. Los autores de este movimiento rechazaron los colores oscuros para buscar la claridad, la transparencia y la luminosidad.

Fueron los pintores del Impresionismo los primeros en poner sus caballetes en plena naturaleza, concretamente en el bosque de Fontainebleau. Para Monet, Renoir o Pissarro, la naturaleza era una fuente de sensaciones puras, de efectos que se convertían en objetos de la pintura.
El campo inicial del Impresionismo fue precisamente el paisaje. Si en un principio aplicaron los efectos de la luz a superficies reflectantes, como el agua y la nieve, muy pronto lo ampliaron a todos los elementos compositivos, como la figura humana, el cielo, los paisajes urbanos, entre otros.

La temática era uno de los principales motivos de discrepancia que tenían los
pintores impresionistas con la sociedad de la época. Procedentes de una clase social popular, o próxima a ella, a los impresionistas les resultaba placentero retratar gustos y costumbres que les eran familiares. Por el contrario, los clientes de arte, pertenecientes a las clases burguesas y aristocráticas, estaban acostumbrados al idealismo y al reflejo de la sofisticación en los cuadros. Como consecuencia, la alta sociedad consideraba que los impresionistas estaban en guerra contra la belleza.

Los artistas del Impresionismo dedicaban un largo período de tiempo al estudio de la técnica pictórica. La plasmación de la luz era trascendental para ellos, ya que creían que los objetos sólo se veían en la medida que la luz incidía. La coloración de las sombras era otro aspecto importante en el Impresionismo, así como la repetición de tema con cambios de matices de iluminación, como única diferencia.

Pese a empezar como un grupo de artistas, a partir de 1886, cada uno de los pintores buscaron renovar el arte por sus propios medios y comenzaron a gozar de un modesto triunfo. 

Autores y obras
Eduard Manet (1832-1883) 

Se sitúa a caballo entre el realismo y el Impresionismo. Muchos han clasificado su estilo como naturalista porque se basa en la observación de la realidad y su plasmación sin alteración alguna. Representa la vida tal cual, sin adorno ni metáfora. Por ello sus obras suscitan escándalos y polémicas como en su Desayuno sobre la hierba que provocó la hostilidad de los críticos conservadores. El tema ya contaba con antecedentes en el Renacimiento, pero Manet lo interpreta adecuándolo a la modernidad.

Lo mismo sucede con Olimpia, para su desnudo no necesitó diosas ni musas como en el Renacimiento y en el Barroco, sino que representaba el desnudo de una prostituta, una mujer de la vida contemporánea. Para captar la realidad y la fugacidad utilizó la pincelada rápida y empastada, rasgo que identificará al Impresionismo. Por ello podría decirse que Manet fue su precursor.



Monet (1840-1926)
Es uno de los pintores que más contribuye al movimiento. Nunca derivó hacia otras corrientes artísticas, sino que se mantuvo fiel al Impresionismo hasta su muerte.

Su máxima preocupación es plasmar la vibración cromático-lumínica en sus lienzos. La luz engendra el color y la forma. Sus temas preferidos son las marinas, las escenas fluviales y los paisajes. Ejemplos: Impresión atardecer, Regatas en Argentuil, Las amapolas, Paseo con sombrilla, La estación de San Lázaro, La Catedral de Rouen.








Renoir (1841-1919)
Ofrece una interpretación más sensual del Impresionismo. Se pone en relación con los pintores del S. XVIII que mostraban la sociedad galante del Rococó.
En sus creaciones muestra la alegría de vivir, incluso cuando los protagonistas son trabajadores. Siempre son personajes que se divierten, en una naturaleza agradable. Trató temas de flores, escenas dulces de niños y mujeres y sobre todo el desnudo femenino, que recuerda a Rubens por las formas gruesas.
Renoir posee una vibrante y luminosa paleta que hace de él un impresionista muy especial. El palco, El columpio, El Moulin de la Galette, Le dèjeuner des canotiers, Bañistas, son sus obras más representativas.

Degas (1834-1917)


Es un impresionista más de la forma que del color. Es un hábil dibujante, le preocupó captar el movimiento con fidelidad, de ahí que desarrollara temas como las bailarinas y las carreras de caballos.
Es un gran observador de la mujer, capta las posturas más insólitas, las poses naturales e instantáneas. Algunas de sus obras son: Clase de danza, La bebedora de ajenjo, Bailarina en la escena, Planchadores, Carreras. Cultivó el dibujo en detrimento del color, por lo que no armonizó bien con el Impresionismo, y tampoco con las tendencias conservadoras por sus temas contemporáneos






Otros genios del impresionismo: Sisley, Pisarro
Tan fiel como Monet a la técnica del Impresionismo se mantuvo Sisley (1839-1899), que fue exclusivamente un pintor paisajista y será Pisarro (1830- 1903), quien lleve hasta las últimas consecuencias el estudio de la luz y el color llegando al post-impresionismo y al puntillismo.
Los autores impresionistas no tenían conciencia de grupo, aunque todos reivindican la libertad a la hora de seleccionar el motivo pictórico, cada uno plasmará lo que ve. Es un arte íntimo arraigado en el sentimiento de la originalidad individual, que se inicia con las vivencias personales y con las experiencias en soledad.
A principios de 1880 estas diferencias estilísticas y las cuestiones personales comenzaron a agudizarse y el Impresionismo como movimiento de vanguardia acabó diluyéndose. De sus cenizas comenzaron a gestarse las propuestas de otros artistas que darán lugar al post-impresionismo y al neoimpresionismo.

En España, el Impresionismo tuvo varios seguidores que manifestaron su preocupación por la luz. Entre ellos destacan Regoyos, Sorolla, Rusiñol y Casas.

diumenge, 3 d’abril del 2011

EUGÈNE DELACROIX

LA LIBERTAD GUIANDO AL PUEBLO, Eugène Delacroix. Óleo sobre lienzo. Museo del Louvre.

El lienzo representa una escena del 28 de julio de 1830 en la que el pueblo de París levantó barricadas. El rey Carlos X de Francia había suprimido el parlamento por decreto y tenía la intención de restringir la libertad de prensa. Los disturbios iniciales se convirtieron en un levantamiento que desembocó en una revolución seguida por ciudadanos enojados de todas las clases sociales. No existió un único cabecilla. Por eso Delacroix representa a la Libertad como guía que conduce al pueblo. Tampoco está representada de una forma abstracta, sino que es una figura alegórica muy sensual y real.
El espectador sólo tiene dos posibilidades, el unirse a la masa, o el ser arrasado por ella. El pueblo es la unión de clases: se representa al burgués con su sombrero de copa y empuñando el fusil, al lado un andrajoso y un herido que pide clemencia a Francia. Al fondo aparecen brumas y humos de la batalla que diluyen un barrio francés bastante realista. A los pies de la Libertad un moribundo la mira fijamente indicándonos que ha valido la pena morir por ella.

Tema
El tema de la obra es la insurrección burguesa que tuvo lugar los días 27, 28 y 29 de julio de 1830 (denominadas «las Tres jornadas gloriosas»). Es una de las revoluciones burguesas, y más concretamente la que puso fin al terror blanco tras los dieciséis años de la restaurada la monarquía borbónica, encarnada en el ultraconservador de Carlos X, que fue expulsado del trono y sustituido por Luis Felipe de Orleans, el llamado Rey burgués, con lo que se consumó el acceso al poder de la burguesía liberal, aunque no se instauró la república. Delacroix estuvo del lado de los revolucionarios, es más, él mismo se ha representado en el cuadro como el hombre que lleva el sombrero de copa negro y que se encuentra entre los combatientes y en primera fila.
La revuelta se inició el 27 de julio como protesta contra una serie de ordenanzas que restringían libertades ciudadanas. En esa noche jóvenes republicanos se pusieron al frente de la insurrección y ya de día se elevaron barricadas (de hecho al cuadro se le conoce también como La Barricada). El día 29 los revolucionarios eran dueños de la ciudad. La revuelta rebasó las fronteras de Francia y dio lugar a levantamientos similares, de lucha contra los monarcas reaccionarios o de liberación nacional (como los belgas sublevados contra los holandeses), en varios países europeos.
Nos encontramos ante el primer cuadro político de la pintura moderna, pues en su opinión la historia contemporánea es la lucha política por la libertad. Libertad que, según este mismo autor, estaba ligada indisolublemente en aquella época al concepto de Patria. De ahí que la figura central de la mujer, que es alegoría de la libertad, lo sea también de la nación. Hemos de recordar que la lucha por la libertad y por la nación (el nacionalismo) es una constante en los románticos. El mismo autor trata idéntico tema en otras obras como La matanza de Quíos y Grecia sobre las ruinas de Missolonghi, cuadro éste último en el que la nación aparece igualmente representada por una mujer -en este caso con el pecho sin descubrir totalmente- y que además refleja un episodio de la lucha del pueblo griego por su liberación del yugo turco, en el que pereció –colaborando con el bando griego- el gran poeta romántico Lord Byron.

Cuadro
Hay una estructura en forma de pirámide con los muertos por la libertad en la base y la libertad en la cima sosteniendo en la mano derecha la bandera tricolor y en la mano izquierda un rifle. El ligero pincel de Delacroix y la fuerza luminosa de sus colores exaltan la vitalidad de sus cuadros. Para aumentar la tensión y el movimiento añadió contrastes complementarios junto a la oposición de los claroscuros. El color para Delacroix no solo tenía un valor de representación, sino sobre todo un significado emocional propio, con el que el pintor intentaba plasmar sobre el lienzo el sentimiento y la disposición de ánimo de las personas. De fondo se ve el cielo de París tormentoso (otra característica romántica).
Se utilizan colores pálidos con pinceladas sueltas destacando el azul, el rojo y el blanco de la bandera.

Personajes
En el cuadro aparecen jóvenes, adultos, clase obrera, burgueses y soldados defendiendo a la Libertad que, como ya se ha dicho, en este caso se identifica también con Francia y es representada como una mujer empuñando un fusil de la época (rasgo realista) y con el pecho al descubierto, hecho este último que escandalizó a críticos y a parte de la sociedad de la época. Entre los muertos del primer plano (abajo, a la derecha del espectador) aparecen también soldados leales a Carlos X. Su anatomía es perfecta.
El personaje del sombrero es un burgués, en el que se autorretrata Delacroix a pesar de que no participó en los hechos. En una carta fechada el 18 de octubre de 1830 escribió a su hermano: "He comenzado un cuadro de tema moderno, una barricada... y, si no he luchado por la patria, por lo menos pintaré para ella". Aunque, como era habitual en los románticos, Delacroix criticaba a la pequeña burguesía por su estrechez de miras, él mismo procedía de una familia de la alta burguesía y frecuentaba los salones y los ambientes de las altas esferas burguesas. Por otra parte, así como fue revolucionario en 1830, adoptó una postura contrarrevolucionaria en 1848, en la que comienza a emerger la clase obrera (ese año Marx publica su Manifiesto Comunista). En cualquier caso como ocurrió con David, fue un autor políticamente comprometido.
La figura de la Libertad (que recuerda a algunos la Venus de Milo y a otros la Victoria alada de Samotracia) porta dos símbolos revolucionarios: el gorro frigio y la bandera tricolor, que el nuevo régimen -a pesar de ser monárquico- adoptó nuevamente. En segundo plano, a la derecha del espectador, encontramos Notre-Dame de París, en una de cuyas torres ondea la bandera revolucionaria, quizás para afirmar el sometimiento de la iglesia, que había sido uno de los apoyos de la restauración borbónica.

Composición
La composición del cuadro es claramente piramidal, presentando muchas coincidencias con La Balsa de Medusa de Géricault, obra en la que posiblemente se inspira. Argan ha señalado que al igual que en la balsa, «el plano de apoyo es inestable, construido con vigas inestables (la barricada), y de esta inestabilidad nace y se desarrolla in crescendo el movimiento de la composición» que acaba culminando en una persona que agita algo, en el caso de la balsa un harapo y en este una bandera. No obstante, este mismo autor señala que aunque hay similitudes, también hay diferencias, y así en mientras que en la obra de Géricault el movimiento es de delante hacia atrás, en la Libertad es todo lo contrario (hacia el espectador). Cuadros de Goya como La carga de los mamelucos o Los fusilamientos del 3 de mayo, parecen también haber influido en esta obra, por las asimetrías, las diagonales y los estallidos de color.

Características formales
• Forma abierta
• La sensación de perspectiva está presente en la obra gracias a los edificios del fondo y a la multitud, que se va alejando y reduciendo en tamaño al fondo del lienzo.
• La línea del horizonte es algo inestable, sería la línea imaginaria entre las cabezas de la multitud al fondo del cuadro, que se difuminan con el humo y los edificios del fondo del lienzo.
• Los tres elementos (bandera, camisa del muerto de la izquierda y vestimenta del herido que se alza frente a la Libertad) forman una línea recta imaginaria que forma un eje central.
• Las figuras principales se enmarcan dentro de una pirámide que asciende en el vértice de la cual el eje central es la Libertad y los dos muertos en primer término cierran el triángulo.
• La luz del cuadro es irreal, ilumina la Libertad con la bandera tricolor, una parte del cuerpo del niño que hay a su lado, al moribundo de la chaqueta azul, al muerto del margen inferior izquierdo y las manos y media del hombre del sombrero de copa. En este caso la luz y el color tienen un objetivo en común: potenciar el movimiento.
• Las pinceladas muestran una gran desenvoltura y ondulación. El rojo y el azul de la bandera, de la vestimenta del herido que se alza delante de la Libertad, y de la camisa del muerto de la izquierda resaltan por encima de todo el predominio de las tonalidades ocres y grises del conjunto.

Otros aspectos
Junto a la figura alegórica de la Libertad, se dan otros detalles tremendamente realistas como puede ser el pubis desnudo de la persona muerta que hay en primer plano, abajo a la izquierda (obrero de la camisa blanca). ¿Es un cuadro alegórico o histórico? No parece que sea ninguna de las dos cosas, por cuanto que lo único alegórico es la figura de la mujer-libertad-patria y tampoco representa un hecho concreto real. Théophile Thoré elogió la obra y refiriéndose a la mujer dijo: «¿Es una muchacha del pueblo? ¿Es el genio de la libertad? Es ambas cosas [...] La verdadera alegoría debe tener el doble carácter de ser una figura viviente y un símbolo».
La obra está impregnada de movimiento no solo por los gestos dramáticos de los personajes, y por la composición en diagonales, sino porque los del primer plano avanzan sobre la quietud de los muertos que se encuentran en la base de la composición y todas las formas muestran ondulaciones que ponen de manifiesto la admiración del autor por Rubens. Por otra parte la luz lo refuerza, pues es una luz dramática y compleja, con zonas iluminadas y otras en penumbra, pero cuyo origen no se vislumbra. La figuras del primer plano aparecen iluminadas por un foco lateral, pero a su vez se recortan a contraluz sobre un fondo encendido, humeante y nuboso, que dota de más inquietud a la composición. No obstante, ese tenebrismo aludido no da como resultado figuras homogéneas en tonos de bronce –como en Caravaggio-, pues incorpora con gran maestría más fuerza y variedad cromática, como por ejemplo el azul de la bandera o de la camisa del personaje que postrado mira fijamente a la Libertad. Lo que pone de manifiesto que Delacroix domina también el color, del que fue un fino estudioso.
La perfecta combinación de tema, movimiento, luz y color, junto a una pincelada suelta que en los planos posteriores (por ejemplo, los combatientes de detrás de la mujer) recuerdan a Goya, determinan que nos encontramos ante una obra y un autor de una tremenda trascendencia en la pintura contemporánea. Por otra parte su maestría en ordenar grandes composiciones como La muerte de Sardanápalo o la de esta obra, es también evidente. Delacroix, que tuvo una formación neoclásica, reaccionó contra el academicismo y llegó a convertirse en el culminador del romanticismo del que su amigo Géricault –tempranamente muerto- fue iniciador. Con Delacroix se produce una ruptura con la herencia clásica a consecuencia de la cual, y como dice Argan, “el arte deja de mirar hacia lo antiguo y empieza a plantearse el ser, a toda costa, de su propio tiempo”.